2.- Más allá de lo vivido, están tus pensamientos, tu forma de ver lo sucedido, tu familia...


Y entonces.... un golpe de realidad. Aquí estamos, en casa, juntos de nuevo y sin saber muy bien como debemos actuar.

Es difícil poder explicar como te sientes en tu "nueva" vida, te dejas llevar por el día a día, por tus sentimientos, por la cordura....  y aunque intentas convencerte que todo sigue igual, que nada ha cambiado, no es así.

La vida ha cambiado y mucho. Te miras al espejo, tus ojos reflejan el  dolor de lo vivido, el miedo que has pasado. Sí, a las cosas se las llama por su nombre, miedo, y muuuucho miedo. Miedo a no sobre llevarlo, miedo a perder el control, miedo a no estar a la altura de las circunstancias, miedo a perderlo todo, miedo a no tener las respuestas, miedo al sentimiento de vacío que tienes, miedo a tocar fondo, miedo a lo que viene, a lo desconocido,..

Cuando estas en ese momento, la gente te anima a que expreses tus sentimientos, a que llores a que descargues...
Pero por favor,.... si lo único que deseas es ser feliz!!!! Tener momentos que puedan borrar todo lo malo que has vivido en los últimos meses. Entonces tuviste que luchar por mantenerte fuerte creando historias que hicieran que no perdieras la realidad bajo tus pies, y ahora debes construir esa vida por la que tanto has luchado y que en estos momentos se aguanta con pinzas en un mar de dudas.

Inútil pensar que ellas, mis pequeñas, mis ángeles, mis luchadoras y mis valientes, no ven la realidad. Sí, papá ha cambiado, hay cosas que papá no puede hacer, decir o sentir. Los primeros sentimientos de supervivencia que tenemos son los de recobrar nuestra normalidad y con ello solo necesitamos el escalón más básico  de la pirámide. Que en este momento son sentir que papá está bien, estable, que ya no está enfermo, que todo lo malo ha acabado, y no es así.

De nuevo, cuando todo parece que ya ha terminado, que todo se ha superado, para nosotras no es así, las secuelas dejan al descubierto todo su potencial. Aparecen las primeras crisis epilépticas. Siempre con mis valientes como espectadoras. Golpeándonos con ese miedo que pensábamos podíamos  olvidar. No, de nuevo, el corazón se nos encoje y late fuertemente. Las manos nos tiemblan. El cerebro en alerta, envía mensajes a nuestro cuerpo para evitar que se paralice. Debemos actuar. Papá ha hecho mucho  esfuerzo por seguir con nosotras, debemos estar junto a el en estos momentos.

Nuestros roles siguen en la misma línea, actuando de forma natural. Lo que nos hace ser un triángulo difícil de romper. Nos compenetramos, hacemos lo posible porque así sea, nos apoyamos, nos necesitamos.

Ingrid, temerosa de que su papá se vaya en una ambulancia y no vuelva..... llora desconsolada, grita la rabia que tiene dentro, no sabe expresar con palabras el porqué de tanto dolor. No lo entiende, porqué hay más sufrimiento. No se había acabado ya? No tengo palabras, se me acaban..... no hay escusas, no hay consuelo suficiente que pueda tapar sus temores, solo la verdad e intentar que la entienda. Papá, ha sufrido una grave enfermedad, tan grande que no ha dejado que su cuerpo quede impune a nuevos golpes de dolor. Sus esperas se hacen largas mientras el no está. Sus preguntas se acumulan en su cabeza, esperando que un día el  entendimiento la ayude en todo lo que está viviendo. Miro sus ojos, su cara, reflejo del dolor que va acumulando y que algún día aflorará. Aun así, tiene la transparencia de un niño que está en el principio de su camino, en su caso un inicio muy duro. Es fuerte, puedo verlo. Al mismo tiempo le doy calor. El calor de mis pensamientos, de mis sentimientos, el calor de una madre que detesta ver sufrir a sus hijos. Caricias, palabras de amor, de seguridad, fortaleza. "Te quiero, estoy contigo, te quiero, eres muy valiente".... no dejaré nunca de expresarles todos mis sentimientos. 

Se lo debo a ellas. Deben saber que las quiero. Y que mi vida es para ellas. Son frágiles, están sufriendo, y debo ayudarlas a que crezcan en un entorno seguro, donde dejen atrás los temores. Lo tengo muy claro en ese momento y así voy a construir nuestro camino. Donde se sientan libres de atadura o dolor.

Mientras acaricio a Ingrid, se acerca Carla. Sus ojos, que en ella han sido un claro ejemplo del reflejo del alma, buscan en los míos respuestas a lo que sucede. Porqué mamá? Porqué papá tiene que sufrir de nuevo? Porqué el? Porque no otro? Porqué su cuerpo tiene que sufrir tanto? Porqué no tu o yo? Cuando volverá? Que le están haciendo? Podemos verlo? Nos oía o veía? Un sinfín de preguntas acechan su cabeza, tan ávida de sabiduría como la de su padre. Ella solo quiere entender el porqué de todo.

Ayyy Carla, si pudiera tener las respuestas a todo..... quizás todo sería mejor en nuestra vida. Pero mamá no puede. Aunque su apariencia es fuerte,en sus ojos veo dolor. No miedo. Dolor como el que siente alguien que sería capaz de cambiar en ese momento su vida por la de su padre, y evitar así que él sufriera más. Más que cuidarlo su deseo es protegerlo. Es no permitir que vuelva a suceder lo mismo. Siente como estos golpes tambalean al núcleo familiar, lo siente mucho más fuerte que más de un adulto es capaz ni de ver. Tiene un don, desde pequeña lo  vimos papá y yo. Sus ojos siempre capaces de ver en las miradas los sentimientos que hay tras ellos. Sus oídos, capaces de captar hasta el suspiro, respiración, anhelo... más ínfimo. La abrazo, ella también necesita calor. Sentir fortaleza. Ayudarla a que su crecimiento se suelde en un base firme. A quitarle esa carga que se ha impuesto, la de velar siempre por su padre.

"No puedo borrar lo sucedido de vuestras vidas, pero si puedo hacer que nos aporte valores positivos. Lo haremos y juntas, es lo más importante. Mamá estará siempre con vosotras, para ayudaros, para haceros sentir seguras".

Con ellas en mi regazo, acariciando sus cabezas, pienso en mí. En quien me he convertido. En mi vida hasta ahora. De verdad yo soy así? Voy a poder con todo? Yo, que siempre tenía el recurso del comodín cuando de algo dudaba. Ya no tenía  ese comodín. Hasta ahora había sido capaz de ir tomando decisiones sin el. Cambiado cosas sin el. Pero no sabía lo que podía venir a partir de ahora. Y si no pudiese? No podía pensar en ello. Debía ser fuerte por el, por mí, por ellas.

Y aquí estoy de nuevo, tomando otra de mis grandes decisiones en esta nueva vida. No quiero dejar lagunas en el camino, preguntas sin respuesta, sentimientos no aflorados, palabras no dichas, miradas no entendidas,... os quiero. Y no voy a mirar hacía otro lado porque la vista no me guste o porque sea difícil de llevar. Sé que será difícil, pero debemos crear un base sólida. Donde crezcamos fuertes, donde nos podamos querer. Donde la verdad nos ayude a entender. Requiere de un desgaste mental inigualable. Llevar tu día a día como pilar de tu familia, y además convertirte en el palo que aguanta la vela, la cuerda que nos sujeta y la base donde todos se apoyan, es muy difícil. Pero  nadie dijo que la vida no lo fuera. No creo en los milagros, más que en los de tu propio esfuerzo y si algo deseas, ves a por ello.

Me he convertido en el punto de referencia de los tres. Ellos están conectados a mí. Nos unen lazos que a veces cuesta de sostener, pero que son muy fuertes. Y debo levantar el ánimo cuando el tuyo está bajo tierra. Responder a todo sin saber si estás en lo cierto. Hablar cuando te cuesta hasta respirar. Decidir por todos sin tener claras las consecuencias. Planificar las horas, días y semanas. Y sobretodo, repartir amor.... necesitan sentirse queridos, apoyados. Anhelan mis caricias, mis palabras de consuelo. Transmitir mi seguridad, mis fortalezas, que se sientan seguros en el barco en el que les ha tocado viajar en esta vida. Y lo hago, por ellos, por los tres.

Desfallezco muchas veces, siempre en la oscuridad de la noche. Donde los duendes se llevan el dolor para que al amanecer tu cuerpo se levante fuerte, limpio de temores. También tenemos momentos que compartimos el dolor juntos, porque sé que es bueno parar todos, nos une. Nos hace más fuertes.  Y en otros, la soledad me ayuda a reponer fuerzas. A mirar hacía dentro, encontrarme conmigo misma, mi esencia. Todo  esto, va calando en mí. Mi cuerpo va sufriendo los desgastes de los vendavales que voy recibiendo. A veces golpes tan fuertes que es difícil levantarse sin rasguño.

La vida no deja de ponernos a prueba constantemente. Y sufrimos nuevos golpes, nuevas secuelas. Que nos hacen tomar decisiones dejadas llevar por los momentos de dolor.

Y con ello siempre buscando una sonrisa, la que  nos hace que nuestro camino  sea mas claro, más fresco,.... el dolor hace a las personas más fuertes, pero no más sabias. Las buenas decisiones, esas que se toman sobre una base de amor y de positivismo, son las que nos hacen ser fuertes de cabeza y corazón.



Comentarios

  1. Nuevamente sin palabras Merce. Te he conocido tarde pero si necesitas algo aqui estare.Un abrazo luchadora. Tienes el cielo ganado. Tu si eres un ejemplo a seguir.un beso

    ResponderEliminar

Publicar un comentario